jueves, 30 de junio de 2016

La educación de nuestros hijos... en nuestras manos


La educación de nuestros hijos comienza mucho antes de su nacimiento. Comienza cuando empezamos a interesarnos y buscar información que nos de luz sobre estos temas.
Nadie nace sabiendo, pero todos podemos aprender, ese es el lema que debería acompañarnos desde el momento en que sabemos que vamos a ser padres, o incluso antes. El simple hecho de saber que un pequeño ser viene al mundo, despierta nuestra curiosidad, al cómo será, como seré yo como madre o padre. Empezamos a pensar en el nombre, algunos buscamos que tenga un significado, otros simplemente que suene bien,… pero sobre todo empezamos a sentir curiosidad por el desconocido mundo que rodea al bebé. Nos advierten de los días de insomnio, de nuestro tiempo que se convierte en su tiempo, del cambio impresionante en nuestra vida, del amor incondicional que vamos a sentir y empezamos a comprar libros que sacien nuestra curiosidad. Sin embargo, nada nos prepara para lo que va a venir: el milagro de la vida. Un milagro del que seremos responsables siempre, y no importa cuántos años hayan pasado. Es imprescindible ser conscientes de que la educación tiene consecuencias y estas marcarán su vida.
Nuestro objetivo es muy claro: prepararlos para la vida ¿Pero cómo los preparamos para descubrir el mundo y que el mundo camine a su lado y no por encima, ni por delante?

La sociedad en la que vivimos tiene un peso muy considerable, pero no todo nos gusta de nuestro entorno. No vamos a poder cuidarle de todas las influencias externas, ni siquiera de nosotros mismos. Pero podemos contribuir a cambiar lo que no nos gusta: El derecho de un niño a jugar con muñecas y el de una niña a ser el médico y no la enfermera. Llorar sin que te tilden de nenaza, como si fuera despectivo ser mujer y solo pudieran llorar ellas, como si la sensibilidad fuera una debilidad y mereciera un castigo.

La educación que la sociedad ofrece a nuestros hijos en muchos aspectos hace aguas, y esto hay que cambiarlo. Tenemos que ser nosotros, los padres, los que demos los primeros pasos.
Seguimos dividiendo los colores por sexo, seguimos comprando juguetes también por sexo y seguimos leyéndoles cuentos de princesas que esperan a que un príncipe valiente les rescate. El mundo no está lleno de princesas, sino de niños y niñas que tienen que vivir en un mundo muy real, que tienen que enfrentarse a su primer día de guardería, a su primer día de colegio, a aprender a tener amigos, a compartir, a saber renunciar, a saber perseverar, a pedir ayuda, a entender los peligros, a afrontar los retos,… es un mundo de aprendizaje vertiginoso. Nuestros pequeños son esponjas que absorben conocimientos sin parar y una estupenda manera de inculcar y de afianzar estos conocimientos es por medio de una buena lectura, que les hable de amor, de amistad, de cómo enfrentarse a los problemas, de cómo resolverlos.
Hoy somos conscientes de la importancia de los cuentos y del mensaje que se transmite en ellos.
En la actualidad, los divorcios y la agrupación de parejas con niños son muy comunes, ¿cómo vamos a contarles cuentos acerca de perversas madrastras?
Después de tanta violencia de género y desigualdad laboral ¿cómo vamos a transmitir a nuestras hijas e hijos que la solución de todo llegará a lomos de un príncipe montado a caballo o que la misión de nuestros niños sea convertirse en los protectores de una hermosa princesa?

Todo esto está cargado de desigualdad, de conformismo, de ego, de imposición de roles.


Cuando el papel de sus vida, debería ser un maravilloso misterio por descubrir.